«La historia no se repite, pero rima.” Mark Twain
El 12 de octubre es una fecha que, lejos de ofrecer una lectura única, se ha convertido en un espejo de las tensiones, resignificaciones y diálogos que atraviesan la memoria colectiva de América Latina. Lo que alguna vez fue celebrado como el “Día de la Raza”, exaltando el vínculo entre España y sus antiguas colonias, hoy se transforma en una jornada de reflexión crítica sobre el legado colonial, la resistencia indígena y la diversidad cultural que conforma nuestras sociedades.
De la exaltación a la crítica: el giro de la memoria
La denominación “Día de la Raza”, propuesta en 1913 por Faustino Rodríguez-San Pedro, buscaba unificar a Iberoamérica bajo un ideal de hermandad cultural. Sin embargo, este enfoque omitía las violencias fundacionales del proceso colonial: el despojo, la evangelización forzada, la esclavitud y la destrucción de cosmovisiones originarias. Con el paso del tiempo, las voces de los pueblos indígenas, afrodescendientes y movimientos sociales han impulsado una profunda resignificación de esta efeméride.
Hoy, países como Argentina lo celebran como Día del Respeto a la Diversidad Cultural; Venezuela como Día de la Resistencia Indígena; México como Día de la Nación Pluricultural; y Perú como Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural. Incluso en Estados Unidos, varios estados han reemplazado el Columbus Day por el Indigenous Peoples’ Day. Esta pluralidad de nombres revela una disputa por el sentido histórico y ético de la fecha.
Memoria, identidad y reconocimiento
La transformación del 12 de octubre responde a una necesidad urgente: reconocer que la historia no es un relato único, sino un campo de memorias diversas. La colonización no fue un “encuentro entre dos mundos” en términos simétricos, sino un proceso de dominación que aún deja huellas en la desigualdad estructural, el racismo institucional y la invisibilización de saberes ancestrales.
Reconfigurar esta fecha implica asumir que la identidad latinoamericana no es homogénea ni lineal, sino pluriétnica, multilingüe y profundamente mestiza. Reconocer esta diversidad no es solo un gesto simbólico, sino un acto de justicia histórica. Como señala el historiador Goycolea, “comprender la evolución de esta conmemoración es entender también cómo cambiamos como sociedad”.
El papel de la educación y las instituciones
La resignificación del 12 de octubre exige una transformación en los discursos oficiales, los programas educativos y las prácticas institucionales. No basta con cambiar el nombre de la efeméride; es necesario generar espacios de diálogo intercultural, promover políticas de reparación y garantizar la participación activa de los pueblos originarios en la construcción de la memoria nacional.
Las instituciones tienen el deber de acompañar este proceso, no como administradoras del pasado, sino como facilitadoras de una convivencia más justa y consciente. La memoria no debe ser un monumento estático, sino una herramienta viva para la transformación social.
Entre el pasado y el futuro: una oportunidad ética
Cinco siglos después, el 12 de octubre nos interpela desde múltiples ángulos. Nos recuerda que la historia puede ser contada desde abajo, desde las voces que fueron silenciadas. Nos invita a mirar el pasado con sentido crítico, pero también a construir un futuro donde la dignidad compartida sea el principio rector.
En tiempos de polarización, negacionismo y crisis climática, esta fecha adquiere una nueva urgencia: la de reconocer que la diversidad no es una amenaza, sino una riqueza; que la memoria no divide, sino que permite sanar; y que la historia, cuando se escribe con justicia, puede ser el cimiento de una democracia más profunda.
“La memoria de los pueblos no se borra: se transforma en dignidad, en resistencia y en futuro.” Eduardo Galeano
Araceli Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Analista y comentarista mexicana, de Chilpancingo de los Bravo del Estado de Guerrero E-mail periodistaaaguilar@gmail.com
