
“La tecnología por sí sola no basta. También tenemos que poner el corazón.” Jane Goodall
La promesa incumplida de la conectividad universal
En un mundo donde la digitalización redefine el acceso al conocimiento, la participación ciudadana y la movilidad económica, la persistente brecha digital representa no solo una desigualdad técnica, sino una injusticia estructural. El reciente informe de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y la Comisión de Comunicaciones, Espacio y Tecnología (CST) del Reino de Arabia Saudita revela una cifra monumental: entre 2,6 y 2,8 billones de dólares se requieren para lograr una conectividad significativa y universal para 2030. Esta inversión, aunque colosal, no debe verse como un gasto, sino como una deuda moral con los 2600 millones de personas que aún permanecen excluidas del mundo digital.
Infraestructura: ¿Tecnología para quién?
El mayor costo identificado en el informe la expansión de redes de banda ancha para poblaciones desatendidas pone en evidencia una paradoja: la tecnología más avanzada sigue siendo inaccesible para quienes más podrían beneficiarse de ella. La infraestructura digital, que requiere hasta 1,7 billones de dólares, se convierte en un símbolo de exclusión cuando no se acompaña de voluntad política y compromiso ético. Las soluciones propuestas, como redes de fibra óptica, 4G rural y satélites en zonas remotas, son técnicamente viables, pero su implementación exige una visión que priorice la equidad sobre la rentabilidad.
Asequibilidad: El costo de estar conectado
La asequibilidad, con un costo estimado de 983.000 millones de dólares, plantea una pregunta crítica: ¿de qué sirve la infraestructura si el acceso sigue siendo un privilegio? Reducir el precio de los dispositivos y servicios es esencial, pero no suficiente. La conectividad debe ser vista como un derecho humano, no como un lujo. En este sentido, los países de bajos ingresos donde solo el 27% de la población usa internet requieren subsidios, modelos de negocio inclusivos y políticas fiscales que favorezcan la democratización digital.
Habilidades digitales: La alfabetización como herramienta de emancipación
La inversión en habilidades digitales (152.000 millones de dólares) es quizás la más transformadora de todas. La conectividad sin capacitación es como entregar libros a quienes no saben leer. La alfabetización digital no solo permite el uso efectivo de la tecnología, sino que empodera a las personas para acceder a educación, empleo y participación cívica. Aquí, las escuelas juegan un papel estratégico como portales de inclusión, y deben ser fortalecidas como centros de formación digital comunitaria.
Políticas y regulación: El marco que habilita o limita
Con apenas 600 millones de dólares asignados, el ámbito de políticas y regulación parece subestimado en el informe. Sin embargo, es precisamente este marco el que puede acelerar o frenar el progreso. Modernizar las leyes, garantizar la neutralidad de la red, proteger los derechos digitales y fomentar la innovación son tareas urgentes. La colaboración entre gobiernos, empresas tecnológicas y sociedad civil debe ser más que simbólica: debe traducirse en compromisos vinculantes y mecanismos de rendición de cuentas.
Colaboración global: ¿Solidaridad o estrategia?
La UIT llama a una colaboración renovada entre sectores públicos y privados. Pero esta colaboración debe ir más allá del interés económico. Los 46 países menos desarrollados no necesitan caridad digital, sino justicia estructural. La inclusión digital no puede depender de la lógica del mercado; requiere una ética de corresponsabilidad global. Invertir en conectividad es invertir en dignidad, en paz, en desarrollo sostenible.
La conectividad como derecho, no como destino
Cerrar la brecha digital no es solo una meta técnica, es una exigencia ética. La conectividad universal debe ser entendida como una herramienta para la equidad, no como una consecuencia del progreso. Si el mundo quiere realmente “conectar a la humanidad”, debe hacerlo con visión, con compromiso y con corazón. Porque en cada rincón sin señal, hay una historia que aún no ha sido contada, una voz que aún no ha sido escuchada, una oportunidad que aún no ha sido dada.
“La verdadera medida de nuestra civilización es cómo tratamos a quienes tienen menos acceso al poder, al conocimiento y a la tecnología.” Muhammad Yunus
Araceli Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Analista y comentarista mexicana, de Chilpancingo de los Bravo del Estado de Guerrero E-mail periodistaaaguilar@gmail.com