
“Revalorizar el trabajo de cuidado es revalorizar la vida misma.” Silvia Federici
En un contexto global marcado por crisis múltiples económicas, ambientales, sanitarias y sociales se vuelve urgente replantear los fundamentos del modelo de desarrollo y las relaciones sociales que lo sostienen. La sociedad del cuidado emerge como una propuesta ética, política y cultural que coloca la sostenibilidad de la vida en el centro de las decisiones públicas.
Esta visión implica reconocer el cuidado como un derecho, una responsabilidad compartida y un eje estructurante de la organización social. Para avanzar hacia una sociedad del cuidado con igualdad de género, se requieren transformaciones profundas en los ámbitos político, económico, social, cultural y ambiental, que cuestionen las lógicas patriarcales, mercantilistas y extractivistas que han invisibilizado y precarizado el trabajo de cuidado.
Redistribución del cuidado: del ámbito privado al compromiso público
Históricamente, las tareas de cuidado han sido relegadas al ámbito doméstico y asignadas de manera desigual a las mujeres, sin reconocimiento económico ni social. Esta división sexual del trabajo perpetúa la desigualdad de género y limita la autonomía de millones de mujeres, especialmente en contextos de pobreza y exclusión. La redistribución del cuidado exige políticas públicas integrales que garanticen servicios universales, accesibles y de calidad, así como mecanismos de corresponsabilidad entre Estado, comunidad, mercado y familias. Esto implica invertir en infraestructura social, ampliar licencias parentales igualitarias, profesionalizar el trabajo de cuidado y promover modelos comunitarios que reconozcan saberes locales y prácticas solidarias.
Igualdad económica y acceso a oportunidades
La feminización de la pobreza es una expresión directa de la desigualdad estructural que enfrentan las mujeres en el mercado laboral. Brechas salariales, segregación ocupacional, informalidad y falta de acceso a recursos productivos son obstáculos persistentes. Para revertir esta situación, se requiere una transformación del modelo económico que incorpore la perspectiva de género en la planificación, presupuestación y evaluación de políticas. Esto incluye garantizar el acceso equitativo a empleos dignos, fomentar el emprendimiento femenino, eliminar barreras legales y culturales, y reconocer el valor económico del trabajo de cuidado en las cuentas nacionales.
Participación política y liderazgo transformador
La subrepresentación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones limita la posibilidad de construir políticas inclusivas y sensibles a las desigualdades. La participación política debe ir más allá de la paridad numérica y apostar por liderazgos éticos, diversos y comprometidos con la justicia social. Es fundamental fortalecer las capacidades de las mujeres para incidir en procesos de gobernanza, promover mecanismos de participación ciudadana, y garantizar entornos libres de violencia política. La sociedad del cuidado requiere liderazgos que prioricen el bienestar colectivo, la escucha activa y la construcción de consensos.
Erradicación de la violencia de género: condición para la vida digna
La violencia de género es una manifestación extrema de las relaciones de poder desiguales y una barrera estructural para el ejercicio de los derechos. Su erradicación demanda un enfoque integral que articule prevención, atención, sanción y reparación, con participación activa de las comunidades. Además, es necesario transformar los imaginarios culturales que naturalizan la violencia y reproducen estereotipos de género. La educación con enfoque de derechos, la comunicación transformadora y la acción colectiva son herramientas clave para construir entornos seguros y respetuosos.
Cultura del cuidado y transformación simbólica
Construir una sociedad del cuidado implica una revolución cultural que desafíe los valores individualistas, competitivos y patriarcales. Es necesario promover una cultura que valore la interdependencia, la empatía, la diversidad y la corresponsabilidad. Esto requiere transformar los lenguajes, las narrativas y los símbolos que configuran la vida cotidiana, desde los medios de comunicación hasta los espacios educativos. La cultura del cuidado no es solo una propuesta política, sino una ética de vida que redefine el sentido del desarrollo y la convivencia.
Cuidado ambiental y justicia territorial
El cuidado no se limita a las relaciones humanas, sino que se extiende al territorio y a los bienes comunes. Las mujeres, especialmente en comunidades rurales e indígenas, han sido defensoras históricas de los ecosistemas y de formas de vida sostenibles. Reconocer su papel en la gestión ambiental es clave para enfrentar la crisis climática y avanzar hacia modelos de desarrollo regenerativos. La justicia ambiental y la justicia de género están profundamente entrelazadas, y su articulación es esencial para garantizar el derecho a un futuro digno.
Las mujeres como protagonistas de la sociedad del cuidado
La sociedad del cuidado no es una utopía lejana, sino una necesidad urgente y una posibilidad concreta. Implica transformar las estructuras de poder, redistribuir los recursos, democratizar las decisiones y reconfigurar los sentidos culturales. Es una apuesta por la vida, la equidad y la dignidad. Para lograrla, se requiere voluntad política, movilización social, innovación institucional y compromiso ético. En este camino, las mujeres no solo son sujetas de derechos, sino protagonistas de la transformación.
“El cuidado no es un lujo, es una práctica radical de supervivencia.” Audre Lorde

Araceli Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Analista y comentarista mexicana, de Chilpancingo de los Bravo del Estado de Guerrero E-mail periodistaaaguilar@gmail.com